La película de culto que fue radiografía de su época. La ópera prima de Fabián Bielinsky se estrenó el 31 de agosto de 2000 y no sólo se adelantó a la debacle del 2001 sino que trazó un punzante análisis del ser nacional y de la década del 90. La crítica la convirtió en uno de los símbolos del nuevo cine argentino.

Marcos, el personaje interpretado por Ricardo Darín, levanta el telón con una sentencia bañada de cinismo. Acaba de “rescatar” de un trabajo fallido en una estación de servicio a otro estafador (Juan, personificado por Gastón Pauls) y, mientras consume una golosina “elaborada en Grecia”, lanza esa primera diatriba que marca el contexto. La historia transcurre en las resaca de los 90, los años de la desindustrialización, el vaciamiento y la convertibilidad que se considera un modelo agotado. En las calles crecen las urgencias y los oportunistas como Marcos, hacedores de la tragedia, no alcanzan a advertir que el efecto multiplicador los arrastra también a ellos en ese país que se derrumba y es Argentina.

En ese escenario emerge la figura de Juan, un héroe contrafáctico que en un principio transpira intrascendencia pero luego se va ganando un espacio de relevancia. Con los personajes perfilados, comienza la historia de Nueve Reinas, que es también la de dos cuentapropistas que hacen la calle intercambiando estafas menores hasta que, aparentemente, se chocan con la oportunidad de su vida: venderle una imperfecta plancha de estampillas de la República de Weimar a un filatelista español que está de paso por Buenos Aires.

Esa excusa enciende el rally de una walk movie avasallante que atraviesa el Microcentro porteño y que dibuja un agudo mapa del delito en una ciudad atestada y continuamente al borde del colapso. Sin golpes bajos ni mensajes velados Nueve Reinas genera una sensación de incomodidad en el espectador que tiene su cenit en la recordada escena en la que Marcos desnuda, a vuelo de pájaro, una veintena de amenazas después de consultarle a Juan “si quiere ver chorros”. Identifica descuidistas, culateros, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, mostaceros, pesqueros, filos. “Están ahí y siempre van a estar”, asegura.

Una profética película de culto que selló una época y subyugó todos los prejuicios para marcar una sentencia que sobrevuela durante toda la trama y que muestra a la perversión como una virtud.